Cuando el viajero atravesaba el valle conocido como Les Alcusses, en Moixent, le invadió una sensación extraña. Le resultaba difícil creer que realmente ocurría algo en cualquier otra parte. Y ocurría, aunque el viajero estuviera relativamente lejos y relativamente a salvo. Es lo que tiene la cara A de la vida, que mientras la escuchamos con los ojos bien abiertos nos hace olvidar la B.